sábado, 11 de mayo de 2019

Poema de Edu

Este es un poema que aparecerá en el capítulo XLV. Disfrútenlo. Nuestro Edu estaba inspirado. Bella le hace ser así.
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Es sábado. El descanso decora la tranquilidad que respiras. Estamos en la cabaña de bosque, el olor a madera es suave y envolvente, aunque no tanto como tú. Pese a la abundante nieve de fuera, adentro está templado, acabas de encender el fuego prendiendo dos pequeños troncos que he fantaseado tallar yo al más estilo hombre fuerte de las montañas, pero que has comprado ya cortado en el supermercado. La lontananza en la que está mi incomodidad ante tu silencio es tal que no la diviso. Disfruto del exilio solitario de tu compañía. De tu múltiple ubicuidad, pues resides en cada poro de mi. Tu omnipresencia es natural y agresiva. Contemplo el camino que nos deja incomunicados del exterior, nos hemos secuestrado de cualquier señal de humanidad y solo nos tenemos a nosotros. ¿Será que es enfermizo la decisión de esta criba? Podríamos crear un nuevo síndrome. El de Estocolmo necesita una variante. Este escondite nuestro será el lugar físico del síndrome de Helsinki. Deshecho mis desvaríos mentales mientras aprecio los destellos del amanecer, no sé cuando fue la última vez que los rayos del sol bañaron estas tierras. Seguro que el viento de verano es igual de agradable. Esa gran esfera se eleva rápidamente y la luz es cegadora y anaranjada. Contemplarla directamente me daña, pero es tan difícil no hacerlo. Dirijo mis ojos a ti, porque es tan difícil no hacerlo. Tienes el rostro sereno, complaciente, tarareas algo suave y dulce, algo parecido a una canción de cuna mientras bebes alcohol para entrar en calor. No dudas al entonar la melodía, lo que me hace deducir que no es una improvisación, sino que parece algo memorístico, quizás esa rima la tarareaba esa abuela que tanto amas. ¿O la madre? No importa, agradezco a ambas por su creación hereditaria. Me extrañas cuando estás así, tú no tarareas, tú siempre bailas, saltas como una loca, ríes y gritas a saber qué canción ruidosa de esos grupos de heavy metal que tan poco me interesan. Y yo aprovecho y fantaseo con ese capricho, no. Ese sueño en el que compro y despilfarro todo mi dinero en ropa para bebé. Un bebé que rompería estas hermosas pausas que compartimos, estos paraderos afásicos de nuestro mundo. Una dulce criatura que sería la ola de mar que rompería, no solo la ausencia del ruido de nuestro hogar, sino también nuestros amaneceres y nuestros sábados. Pero de momento, ese revolucionario no llega y tú esbozas ese gesto maligno y provocador con una única comisura de tus labios y dejas la taza, porque prefieres que el calor que te otorgan los grados de esa bebida sea substituida por la cercanía de mi cuerpo. No necesitas de una ceremonia para tener la intención de la noche de bodas. Todas las noches tienes el mismo cometido. No importa si es verano o navidad, si sopla el viento desde el sudoeste o la temperatura por debajo de 0ºC, si ni siquiera es de noche o de dia. Nada de eso te importa. Arrasas con mi cuerpo y mi alma y no pides perdón. No muestras arrepentimiento en tus pupilas. Y después de volver del salto al abismo, vislumbro la racionalidad en la lejanía y la carcajada es inmediata. Las caricias me mantienen embriagado. Estoy feliz. Cuando muera seguiré feliz. Habré tachado el designio de haber conocido lo que es el amor. El de verdad. Y eso, rakas, es hermoso, y habrá sido gracias a ti.
PD: Sé que tenéis 40 palabras para la nieve pero he escogido la más corriente
Edward


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